A pesar de que Roma fue la ciudad más imponente que conoció la Antigüedad, el 90 por ciento de los habitantes del Imperio no vivía en un medio urbano, sino en el campo. El mejor exponente del urbanismo rural latino son las llamadas villae, explotaciones agrarias como la que existió en la villa de Los Baños, situada a apenas 1,5 kilómetros al sur de este pueblo.
El famoso Catón, en su tratado de agricultura, definía la villa ideal así: “Ha de tener buen clima, no propenso a tormentas. El terreno ha de ser bueno, con fuerza natural. Si fuera posible, ha de estar al pie de una colina, orientado al mediodía, en un lugar sano y donde sea fácil contratar peonaje. Debe tener agua abundante y hallarse cerca de una población floreciente, o del mar, o de un río navegable, o de una calzada buena y frecuentada”. Nuestra villa reunía todas estas condiciones sobradamente.
El famoso Catón, en su tratado de agricultura, definía la villa ideal así: “Ha de tener buen clima, no propenso a tormentas. El terreno ha de ser bueno, con fuerza natural. Si fuera posible, ha de estar al pie de una colina, orientado al mediodía, en un lugar sano y donde sea fácil contratar peonaje. Debe tener agua abundante y hallarse cerca de una población floreciente, o del mar, o de un río navegable, o de una calzada buena y frecuentada”. Nuestra villa reunía todas estas condiciones sobradamente.
I. PORTE SEÑORIAL
Podemos imaginarnos la villa de Los Baños en pleno esplendor, a finales del siglo III d.n.e. Enclavada junto al arroyo que da nombre a este pueblo, a los pies de una colina de tierra rojiza, que la protege de los vientos y de posibles avenidas de agua, es un magnífico edificio de porte señorial, sus torres angulares enmarcan largas galerías y dan sombra a los pórticos. A su alrededor, crecen cultivos muy diversos, en una extensión de cinco hectáreas. En suma, se trataba de una típica villa imperial, que funcionó entre mitad del siglo I de nuestra era y una fecha indeterminada del siglo V. En ese tiempo pasó de ser simple finca rústica de pequeñas dimensiones, gobernada por una familia, a centro de una explotación mucho mayor, en manos de un gran terrateniente al que servían esclavos. Incluso el capataz, llamado vilicus, debía ser de condición servil.
II. POSICIÓN ESTRATÉGICA
Muy cerca de nuestra villa romana pasaban dos calzadas romanas. La más importante discurría unos kilómetros al norte, en dirección a Levante, y unía Cástulo, cerca de Linares, con Saetabis, actual Xátiva, en Valencia. Se le llamaba Camino de Aníbal, de lo que se infiere que los cartagineses ya la usaban. Sabemos que esta calzada formaba parte de la ruta entre Gades (Cádiz) y Roma por un descubrimiento sucedido en Roma en 1852. En unos antiguos baños llamados Aquae Apollinares se hallaron unos vasos de plata en cuya superficie estaba grabado el itinerario entre ambas ciudades, en 110 etapas, con sus correspondientes distancias parciales. Fechados en los primeros años del Imperio, los datos sobre esta zona son imprecisos. El paso hacia Levante podía producirse por el corredor de Montizón, al norte de Santisteban, pero no es descartable que discurriera más al este, entre el Guadalimar y la cabecera del Segura. Existía otra calzada menor, bifurcación de la primera y casi paralela a esta, que pasaba por el mismo centro del Arroyo del Ojanco. Tras dirigirse al este, finalmente se unía a la vía que unía Complutum, actual Alcalá de Henares, con Carthago Nova, Cartagena, virando hacia el sur.
III. EL GUADALIMAR Y CÁSTULO
El río Guadalimar, situado apenas a unos kilómetros de nuestra villa, constituía otra vía de comunicación a tener en cuenta. No hay constancia de ningún embarcadero cercano al Arroyo, pero tampoco es tan improbable que existiera. Donde sí había un pequeño puerto fluvial era en la relativamente cercana ciudad de Cástulo, a unos 70 kilómetros, junto a Linares. Bien con barcazas, bien con carretas, los productos agrícolas exportados desde aquí debían pasar previamente por Cástulo. Esta urbe fue, primero, capital de los oretanos, uno de los pueblos íberos, y más tarde, importante ciudad romana. Su declive se inició hacia el siglo III, cuando sus filones de plata ya no eran tan abundantes. A partir de ese momento, Cástulo se ve eclipsada por la cercana Baetia, actual Baeza.
IV. EXPLOTACIÓN AGRARIA Y RESIDENCIAL
La excavación arqueológica que en 1985 sacó a la luz los restos de la Villa Romana de Los Baños deja claro que cumplía una doble función. Por un lado, como explotación agropecuaria tenía dependencias para albergar el ganado, almacenar la producción, moler aceite o grano y fabricar cerámica; por otro, contaba con una amplia zona residencial con toda clase de lujos, al modo de la domus romana. Junto a la vivienda, existía una gran piscina, de 40 por 40 metros. A un lado de esta restos de un gran mosaico sugieren la existencia de una zona de recreo. Además, tenía sus propios baños, lo que habla de su prosperidad. Existía también un cementerio muy cercano a la vivienda y restos de calles pavimentadas. Veamos como sabemos que se vivía en esta villa, gracias a los restos arqueológicos.
V.- PRODUCCIÓN AUTOSUFICIENTE
La zona fructuaria, o área de explotación agraria y ganadera, debía tener unas dimensiones apreciables. En sus 50.000 metros cuadrados debían crecer viñas, campos de cereales y olivos, como principales cultivos. También habría una huerta, cercana a la vivienda, con hortalizas, árboles frutales y hasta una zona ajardinada. Se han hallado restos de tuberías de plomo, conducciones que transportaban agua desde un manantial, posiblemente situado en el cercano cortijo de El Tobar. Además, el cortijo debía tener toda clase de animales: bestias de carga, aves, conejos, cerdos, cabras, vacas y ovejas. También debieron existir palomares. En suma, todo lo imprescindible para convertir esta explotación en una unidad agropecuaria perfectamente autosuficiente.
VI. HERRAMIENTAS AGRÍCOLAS
Los agricultores de nuestra villa ya disponían de la mayor parte de las herramientas tradicionales usadas en nuestros campos hasta hace poco: podadoras para cortar las viñas; hoces y guadañas para la siega; trillos para la trilla; molinos de cereal (se han encontrado dos piedras de molino); cencerros para el ganado; arreos de caballería, como el frenum o brida y el tintinabulum, un juego de campanillas; azadas, picos, palas, y por supuesto, el famoso arado romano. Esta herramienta, inventada seguramente en Mesopotamia, fue perfeccionada por los romanos, utilizando rejas de hierro. Además cuenta con un timón, que se engancha al yugo del que tiran bestias, y una mancera, pieza que sobresale de la reja y sirve para dirigirla. Debieron contar también con hachas, sierras y otras herramientas de carpintería, como la dolabra (mixto de azuela y martillo), el formón, el cepillo, los punzones, el saca bocados y, por supuesto, todo tipo de clavos. No podían faltarles tampoco instrumentos de cantería como picos, cinceles y martillos.
VII. LA MEDICIÓN DEL TIEMPO
Como todos los pueblos agrícolas, Roma tenía un calendario para medir el tiempo. En la época en que funcionaba nuestra finca, sus habitantes se regían por el calendario juliano, instituido por Julio César en 45 d.n.e. que, sin grandes variaciones, es el que aún usamos. Este calendario vino a corregir otro anterior con 12 meses lunares de sólo 29 días. Por ello, los años eran más cortos y los meses se sucedían a lo largo de todas las estaciones, con la consiguiente confusión. El nuevo calendario permitió poner orden en todos los aspectos de la vida, en especial en la agricultura. En su reforma, César respetó los nombres antiguos de los meses, pero a su muerte el Senado cambió, en su honor, el nombre del hasta entonces mes quintilis por el de julius. Años más tarde, Octavio Augusto, primer emperador, quiso estar a la altura de César e hizo lo propio con el mes sextilis, que pasó a denominarse augustus. Como curiosidad, señalemos que hasta el año 321 cuando el emperador Constantino las instituyó, el calendario romano no contaba las semanas.
VIII. PIEDRA, BARRO Y MÁRMOL
En las proximidades del cortijo de Los Baños se han encontrado indicios de la existencia de una cantera. De ella obtendrían sus habitantes piedra para sus edificaciones. Igualmente extraerían de su entorno próximo otros materiales de construcción, como arena, cal, y sobre todo, arcilla para fabricar ladrillos, el material más empleado en arquitectura por los romanos. Además, nuestra villa contaría, con toda seguridad, con un alfar para elaborar todo tipo de enseres domésticos y vasijas. En un lugar cercano se encontraron un punzón y un sello para decorar las piezas antes de cocerlas. Esta producción local de materiales de construcción y cerámica, se vería completada con la exportación de piedras nobles, como el mármol usado en los rodapiés de las estancias de recreo.
IX. EL PLACER DE DARSE UN BAÑO
Puede que el mármol también fuese utilizado como material para la construcción de los baños o balneum. Sabemos de ellos sobre todo por el descubrimiento de una arcada de ladrillos que constituía la entrada del hipocaustum, la parte subterránea en la que se introducía vapor generado por una caldera para calentar las estancias. Éstas eran:
• Caldarium, o sala caliente con piscina
• Frigidarium, o sala fría, que también podía tener piscina
• Tepidarium, o sala de masajes y reposo.
Las grandes termas públicas tenían, además, otras zonas como el apodyterium, o vestuarios, la palestra, gran patio para ejercicios gimnásticos, el laconicum, o sauna y las tabernae, tiendas para vender casi de todo, especialmente ungüentos y perfumes de baño.
X. EL RITUAL DE LA MUERTE
Un cercano cementerio situado a pocos pasos de la villa nos habla de que sus propietarios enterraban cuidadosamente a sus seres queridos, con lápidas donde expresaban con dulces palabras su deseo de que encontraran el descanso eterno. Varias de estas estelas mortuorias han podido ser recuperadas. Todas ellas se consagran a los dioses Manes, espíritus protectores asociados a los antepasados. Además de las lápidas, también se halló un esqueleto con una moneda entre las mandíbulas de época de Tiberio (14 a 37 D.C.). Los romanos creían que con ella los muertos pagaban el peaje hacia la Eternidad al barquero Caronte, que los transportaba por la Laguna Estigia. Junto a los restos había también una vasija, en la que se colocaba comida y bebida para el largo viaje.
XI. LA VILLA LANGUIDECE
Ya hemos dicho que la desaparición de esta villa romana se produce en el siglo V, tras unos cuatro siglos de actividad. Las razones de por qué dejó de explotarse son imprecisas. Pero podemos inferir que fue una víctima más de la larga descomposición del Imperio Romano en Occidente, que culmina precisamente en la quinta centuria de nuestra era. La decadencia del comercio, el descuido de las calzadas, la crisis económica general, serían lastres demasiado pesados para esta y otras muchas villas. Además, en esa fecha, la debilidad de Roma propicia las invasiones de suevos, vándalos, alanos y, finalmente, visigodos en la Península y con ellas, la destrucción de muchas haciendas. Pero no es descartable que, a la llegada de estas hordas bárbaras, la villa estuviese ya abandonada o incluso destruida, fruto del saqueo de esclavos y campesinos hambrientos.
Podemos imaginarnos la villa de Los Baños en pleno esplendor, a finales del siglo III d.n.e. Enclavada junto al arroyo que da nombre a este pueblo, a los pies de una colina de tierra rojiza, que la protege de los vientos y de posibles avenidas de agua, es un magnífico edificio de porte señorial, sus torres angulares enmarcan largas galerías y dan sombra a los pórticos. A su alrededor, crecen cultivos muy diversos, en una extensión de cinco hectáreas. En suma, se trataba de una típica villa imperial, que funcionó entre mitad del siglo I de nuestra era y una fecha indeterminada del siglo V. En ese tiempo pasó de ser simple finca rústica de pequeñas dimensiones, gobernada por una familia, a centro de una explotación mucho mayor, en manos de un gran terrateniente al que servían esclavos. Incluso el capataz, llamado vilicus, debía ser de condición servil.
Lugares de interés arqueológico en Arroyo del Ojanco |
II. POSICIÓN ESTRATÉGICA
Muy cerca de nuestra villa romana pasaban dos calzadas romanas. La más importante discurría unos kilómetros al norte, en dirección a Levante, y unía Cástulo, cerca de Linares, con Saetabis, actual Xátiva, en Valencia. Se le llamaba Camino de Aníbal, de lo que se infiere que los cartagineses ya la usaban. Sabemos que esta calzada formaba parte de la ruta entre Gades (Cádiz) y Roma por un descubrimiento sucedido en Roma en 1852. En unos antiguos baños llamados Aquae Apollinares se hallaron unos vasos de plata en cuya superficie estaba grabado el itinerario entre ambas ciudades, en 110 etapas, con sus correspondientes distancias parciales. Fechados en los primeros años del Imperio, los datos sobre esta zona son imprecisos. El paso hacia Levante podía producirse por el corredor de Montizón, al norte de Santisteban, pero no es descartable que discurriera más al este, entre el Guadalimar y la cabecera del Segura. Existía otra calzada menor, bifurcación de la primera y casi paralela a esta, que pasaba por el mismo centro del Arroyo del Ojanco. Tras dirigirse al este, finalmente se unía a la vía que unía Complutum, actual Alcalá de Henares, con Carthago Nova, Cartagena, virando hacia el sur.
III. EL GUADALIMAR Y CÁSTULO
El río Guadalimar, situado apenas a unos kilómetros de nuestra villa, constituía otra vía de comunicación a tener en cuenta. No hay constancia de ningún embarcadero cercano al Arroyo, pero tampoco es tan improbable que existiera. Donde sí había un pequeño puerto fluvial era en la relativamente cercana ciudad de Cástulo, a unos 70 kilómetros, junto a Linares. Bien con barcazas, bien con carretas, los productos agrícolas exportados desde aquí debían pasar previamente por Cástulo. Esta urbe fue, primero, capital de los oretanos, uno de los pueblos íberos, y más tarde, importante ciudad romana. Su declive se inició hacia el siglo III, cuando sus filones de plata ya no eran tan abundantes. A partir de ese momento, Cástulo se ve eclipsada por la cercana Baetia, actual Baeza.
IV. EXPLOTACIÓN AGRARIA Y RESIDENCIAL
La excavación arqueológica que en 1985 sacó a la luz los restos de la Villa Romana de Los Baños deja claro que cumplía una doble función. Por un lado, como explotación agropecuaria tenía dependencias para albergar el ganado, almacenar la producción, moler aceite o grano y fabricar cerámica; por otro, contaba con una amplia zona residencial con toda clase de lujos, al modo de la domus romana. Junto a la vivienda, existía una gran piscina, de 40 por 40 metros. A un lado de esta restos de un gran mosaico sugieren la existencia de una zona de recreo. Además, tenía sus propios baños, lo que habla de su prosperidad. Existía también un cementerio muy cercano a la vivienda y restos de calles pavimentadas. Veamos como sabemos que se vivía en esta villa, gracias a los restos arqueológicos.
Muro de la piscina de Los Baños |
V.- PRODUCCIÓN AUTOSUFICIENTE
La zona fructuaria, o área de explotación agraria y ganadera, debía tener unas dimensiones apreciables. En sus 50.000 metros cuadrados debían crecer viñas, campos de cereales y olivos, como principales cultivos. También habría una huerta, cercana a la vivienda, con hortalizas, árboles frutales y hasta una zona ajardinada. Se han hallado restos de tuberías de plomo, conducciones que transportaban agua desde un manantial, posiblemente situado en el cercano cortijo de El Tobar. Además, el cortijo debía tener toda clase de animales: bestias de carga, aves, conejos, cerdos, cabras, vacas y ovejas. También debieron existir palomares. En suma, todo lo imprescindible para convertir esta explotación en una unidad agropecuaria perfectamente autosuficiente.
VI. HERRAMIENTAS AGRÍCOLAS
Los agricultores de nuestra villa ya disponían de la mayor parte de las herramientas tradicionales usadas en nuestros campos hasta hace poco: podadoras para cortar las viñas; hoces y guadañas para la siega; trillos para la trilla; molinos de cereal (se han encontrado dos piedras de molino); cencerros para el ganado; arreos de caballería, como el frenum o brida y el tintinabulum, un juego de campanillas; azadas, picos, palas, y por supuesto, el famoso arado romano. Esta herramienta, inventada seguramente en Mesopotamia, fue perfeccionada por los romanos, utilizando rejas de hierro. Además cuenta con un timón, que se engancha al yugo del que tiran bestias, y una mancera, pieza que sobresale de la reja y sirve para dirigirla. Debieron contar también con hachas, sierras y otras herramientas de carpintería, como la dolabra (mixto de azuela y martillo), el formón, el cepillo, los punzones, el saca bocados y, por supuesto, todo tipo de clavos. No podían faltarles tampoco instrumentos de cantería como picos, cinceles y martillos.
Piezass de molino de cereal. Procedencia "Los Baños" |
VII. LA MEDICIÓN DEL TIEMPO
Como todos los pueblos agrícolas, Roma tenía un calendario para medir el tiempo. En la época en que funcionaba nuestra finca, sus habitantes se regían por el calendario juliano, instituido por Julio César en 45 d.n.e. que, sin grandes variaciones, es el que aún usamos. Este calendario vino a corregir otro anterior con 12 meses lunares de sólo 29 días. Por ello, los años eran más cortos y los meses se sucedían a lo largo de todas las estaciones, con la consiguiente confusión. El nuevo calendario permitió poner orden en todos los aspectos de la vida, en especial en la agricultura. En su reforma, César respetó los nombres antiguos de los meses, pero a su muerte el Senado cambió, en su honor, el nombre del hasta entonces mes quintilis por el de julius. Años más tarde, Octavio Augusto, primer emperador, quiso estar a la altura de César e hizo lo propio con el mes sextilis, que pasó a denominarse augustus. Como curiosidad, señalemos que hasta el año 321 cuando el emperador Constantino las instituyó, el calendario romano no contaba las semanas.
Reloj solar ubicado en el Centro de Interpretación |
VIII. PIEDRA, BARRO Y MÁRMOL
En las proximidades del cortijo de Los Baños se han encontrado indicios de la existencia de una cantera. De ella obtendrían sus habitantes piedra para sus edificaciones. Igualmente extraerían de su entorno próximo otros materiales de construcción, como arena, cal, y sobre todo, arcilla para fabricar ladrillos, el material más empleado en arquitectura por los romanos. Además, nuestra villa contaría, con toda seguridad, con un alfar para elaborar todo tipo de enseres domésticos y vasijas. En un lugar cercano se encontraron un punzón y un sello para decorar las piezas antes de cocerlas. Esta producción local de materiales de construcción y cerámica, se vería completada con la exportación de piedras nobles, como el mármol usado en los rodapiés de las estancias de recreo.
Cortijo de "Los Baños" |
IX. EL PLACER DE DARSE UN BAÑO
Puede que el mármol también fuese utilizado como material para la construcción de los baños o balneum. Sabemos de ellos sobre todo por el descubrimiento de una arcada de ladrillos que constituía la entrada del hipocaustum, la parte subterránea en la que se introducía vapor generado por una caldera para calentar las estancias. Éstas eran:
• Caldarium, o sala caliente con piscina
• Frigidarium, o sala fría, que también podía tener piscina
• Tepidarium, o sala de masajes y reposo.
Las grandes termas públicas tenían, además, otras zonas como el apodyterium, o vestuarios, la palestra, gran patio para ejercicios gimnásticos, el laconicum, o sauna y las tabernae, tiendas para vender casi de todo, especialmente ungüentos y perfumes de baño.
Arcada de entrada al hypocaustum en Los Baños |
X. EL RITUAL DE LA MUERTE
Un cercano cementerio situado a pocos pasos de la villa nos habla de que sus propietarios enterraban cuidadosamente a sus seres queridos, con lápidas donde expresaban con dulces palabras su deseo de que encontraran el descanso eterno. Varias de estas estelas mortuorias han podido ser recuperadas. Todas ellas se consagran a los dioses Manes, espíritus protectores asociados a los antepasados. Además de las lápidas, también se halló un esqueleto con una moneda entre las mandíbulas de época de Tiberio (14 a 37 D.C.). Los romanos creían que con ella los muertos pagaban el peaje hacia la Eternidad al barquero Caronte, que los transportaba por la Laguna Estigia. Junto a los restos había también una vasija, en la que se colocaba comida y bebida para el largo viaje.
XI. LA VILLA LANGUIDECE
Ya hemos dicho que la desaparición de esta villa romana se produce en el siglo V, tras unos cuatro siglos de actividad. Las razones de por qué dejó de explotarse son imprecisas. Pero podemos inferir que fue una víctima más de la larga descomposición del Imperio Romano en Occidente, que culmina precisamente en la quinta centuria de nuestra era. La decadencia del comercio, el descuido de las calzadas, la crisis económica general, serían lastres demasiado pesados para esta y otras muchas villas. Además, en esa fecha, la debilidad de Roma propicia las invasiones de suevos, vándalos, alanos y, finalmente, visigodos en la Península y con ellas, la destrucción de muchas haciendas. Pero no es descartable que, a la llegada de estas hordas bárbaras, la villa estuviese ya abandonada o incluso destruida, fruto del saqueo de esclavos y campesinos hambrientos.